jueves, 14 de junio de 2007

Diferentes itinerarios historicos, un mismo desafío social

Los acontecimientos sucedidos en Francia nos permiten observar que distintas generaciones, grupos sociales y agrupaciones sindicales pudieron unificarse en busca de un bien común, contra la precariedad de trabajo que bloquea sus futuros. El estallido se dió con la ley de contrato de primer empleo (CPE), el Art.8 de éste establecía que la gran mayoría de sus “atípicos” empleos no prevén despidos porque ni siquiera implican un contrato formal; el joven es incorporado de manera vaga y limitada, en las condiciones que fija la empresa o la agencia de trabajo temporario, y que se ve obligado a aceptar, con esperanza de que al competir con los otros, y si mejora la coyuntura, su empleo se convierta un día en estable. En Italia se instauró una ley con características similares a las del CPE sin provocar protestas, pero; ¿por qué en Francia si y en Italia no? En principio, La “ley 30” italiana con 40 formas de trabajo “atípico” no fue tan franca, no exhibió las pretensiones del Art. 8 del CPE. Por otro lado, las influencias del pasado hicieron del italiano un individuo que obedece y debe arreglárselas como pueda, en vez de conquistar libertades y derechos. En nuestro país la flexibilización laboral se instauró con la ley 25.250 que luego fue derogada por la ley 25.877 de marzo de 2004*, sin embargo, nuestra realidad no es muy diferente. Estas leyes aureoladas de martirio tienen un solo objetivo: satisfacer al mercado. En consecuencia, el trabajador precario se encuentra aislado, disperso en espacio y tiempo, tiene pocas oportunidades de encontrarse con sus semejantes, además se siente amenazado por los inmigrantes clandestinos o regularizados y éstos a su vez, debido a su condición están sometidos a una extorsión permanente. El estar aislado significa además una dificultad para ser contactados por los sindicatos; encontrarse sin identidad ni organización.
Lo que sucede es que una sociedad posfordista promueve desagregación. El liberalismo perfecciona la despolitización de la sociedad, sustituyendo la cuestión social por la dictadura de los “hechos”( mundializar sin hacer política) incluye una visión fatalista: “ solo hay una única política económica posible”, “el poder publico no lo puede todo”, “la precariedad es necesaria para que haya empleo”. Llegamos a un punto donde un estudio superior no garantiza un puesto estable. ¿Acaso generaciones pos-1968 no consideraban al trabajo estable como la cara más alienante de la condición del asalariado?....
La crisis de la democracia no es más que la manifestación de ese intento liberticida de imponer la ideología liberal a escala planetaria.
Fuente: Le monde diplomatique, mayo 2006
* Alfredo Eric Calcagno, Eric Calcagno ; Una argentina posible. Problemas políticos y recursos económicos, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur,2004.
Raquel ramoa

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